La crisis de ser joven en Venezuela

ADVERTENCIA: LO QUE LEERÁS A CONTINUACIÓN NO ES MÁS QUE EL DESAHOGO DE UN JOVEN VENEZOLANO.

Foto: @jcfotocreativa
«Nunca fue tan difícil ser joven en Venezuela», escuchaba decir a una señora hace días en las calles de Barquisimeto, en uno de esos "plantones" convocado por la oposición. La verdad tiene mucha razón, pero sinceramente pienso que la connotación correcta sería: nunca fue tan difícil vivir en Venezuela.

Es deprimente pensar y caer en cuenta de todo lo que tenemos que privarnos por no poder escapar del país vivir en este país. Acá las metas, logros y la superación personal es algo que también escasea, así como la harina, el arroz, la leche. O cualquier medicina. O la seguridad. O la libertad de expresión. O la democracia. (y mejor lo dejo hasta ahí). Es triste, pero real.



De chamo siempre visualizaba mi vida a esta edad. Era perfecta, con 21 años me veía estudiando la carrera de mis sueños en una de las mejores universidades del país, con un trabajo de medio turno que pudiera permitirme pequeños lujos de mi edad, independizado, quizá con un carrito humilde, hasta con un par de países tachados en mi lista de destinos por conocer y pare usted de contar.

A pesar de no ponerme límites al soñar y crear mis metas, siempre estaba situado en la "realidad". Muchos decían que era una cualidad, pues de alguna forma pensaba en cosas realmente alcanzables sin dar mucho espacio a la imaginación. 

Sin embargo, hoy vivimos una realidad mucho más agobiante que aquella en la que yo siempre "vivía situado". Una realidad tan cruel que no me ha permitido cumplir completamente ni una de las metas descritas en párrafos anteriores. Incluso, en muchas ocasiones abandonar la carrera ha sido una opción que con muchísimo esfuerzo he logrado declinar, al menos sigo estudiando.

Pero esta vida, la que se desarrolla en la Venezuela del 2017, nos hace pensar y, de alguna forma, replantear nuestras metas. O por lo menos conmigo lo ha hecho. Ahora más que pensar en lujos banales, tener un carro o viajar, solo tengo una meta: terminar mi carrera para poder escapar irme. Mientras tanto, toca trabajar para tener algo de comer. Y sé que este anhelo lo comparto con miles de jóvenes en este momento. 

Aquí uno madura a los coñazos. Las prioridades cambian. Mi abuela me comenta nunca haber visto a tantos jóvenes preocupados por "cosas del hogar". Por supuesto que estamos pendientes de los celulares del año, estrenos cinematográficos, ropa de moda o cualquier trivialidad en las redes sociales, pero vivimos más preocupados por pensar en qué se va a comer en casa.

Para quienes leen desde el exterior, la cosa está así: 
Salario mínimo mensual: 65.021Bs  
Un arroz: 6.000Bs.
Un kilo de leche en polvo: 20.000Bs.
Par de zapatos deportivos de marca: +200.000Bs.
Un Corsa, año 2006 (usado): 8.000.000Bs.

De modo que en este país un lujo es comerse un helado o un combo en Burger King. Mientras que ser afortunado es llegar a la casa sin haber sido robado, secuestrado o asesinado. Y ser dichoso es no contagiarse ni de gripe, porque el medicamento más básico es imposible de conseguir.


¿Frustración? Mucha.
¿Decepción? Incalculable.

A toda esta situación le sumamos el nivel de injusticia que se vive en el país. Ver cómo diariamente el gobierno asesina a jóvenes por expresarse, por pedir justicia y democracia es desgastante. Esta semana la victima fue el hermano de un compañero de clases, pero mañana ese joven puedo ser yo, mi hermano, mi primo. Ese joven puede ser cualquiera de nosotros, los que solo hemos vivido este modelo político y no conocemos otra cosa pero que de algo estamos seguros: NO LO QUEREMOS. 

Y por eso nos están matando. Por eso están matando al futuro de Venezuela.

Desde hace tiempo había querido escribir sobre la situación del país, sobre esa crisis general que vivo día a día y que no parece tener fin. Siempre lo había postergado porque, además de ser doloroso hablar de estas cosas, nunca se me ocurrían mensajes positivos qué compartir, nada más allá que desgracia y más desgracia.

Y hoy no es la excepción.

Pero, ¿ustedes realmente creen que uno puede ser optimista en medio de todo esto? Yo sé que los que aún viven en Venezuela entienden mi sentimiento en este momento, pero los que son de otras latitudes, imaginen vivir en medio de este pequeño resumen que he hecho, ¿cómo se sentirían?

Yo puedo responder esa pregunta: solos, desesperanzados, derrotados..

...Solo deseando querer despertar y que todo haya sido una pesadilla, pero es la vida real. 

Y sí, la Venezuela del 2017 nos hace pensar y, de alguna forma, replantear nuestras metas. O por lo menos conmigo ha sido así. Una de las más grandes es ver, apoyar y cooperar al fin de este gobierno que tanto daño nos ha hecho. Que nos ha quitado comida, medicina, estudios, paz, amistades, familiares, seguridad, democracia, pero que por más terrorismo de estado que empleen nunca podrá quitarnos la convicción de luchar por lo que creemos, queremos y tanto merecemos: libertad.

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